"Alcohol may be man's worst enemy, but the Bible says love your enemy" Frank Sinatra.

lunes, 21 de mayo de 2012

El escondite.

Anochecía y llovía a mares. Llegó el olor a tierra mojada mecido por el humo del cigarrillo que preside la vista, sin pista alguna para reconocer tu voz entre el gentío de gotas. Susurros sin aliento y voces con sordina. Quiero que me digas al oído dónde estás. Pero no te dejes ver. Quiero buscarte y encontrarte y luego volverte a esconder. Y en cada encuentro fortuito no me toques sin querer. Mejor quiéreme sin ton ni son que en esta guerra ya gané. Así que no te resistas, ríndete. Porque hasta los ángeles bajan a nuestra habitación en busca de los restos de nuestro cariño y nos entretenemos tirándoles de sus blancas y enormes alas. Sigue oliendo a tierra mojada pero deja de llover en la calle para comenzar a hacerlo en este cuarto. A llover caricias. A llover susurros que repiquetean en los cristales.
- Por cada gota que estalló en la ventana te daré dos besos.- Te digo muy bajito.
- Perdimos la cuenta de las gotas.
- Pues permíteme, entonces, que perdamos la cuenta de nuestros besos.

martes, 1 de mayo de 2012

Gatos.

Dejaste huellas de falso amor que vomitaste en un rincón una noche de melancolía relativa. Encima de la mesa aún permanece la botella sin etiqueta que compartiste con los gatos callejeros que en la noche sus ojos te guiaban. Muchos te preguntaron: "¿Adónde vas, señorita? ¿Te acompaño?" Y tú simplemente dabas tumbos subida a tus tacones de mentiras. Los callejones son demasiado anchos para pasar y de pared a pared un río de tensión te impide apoyarte a descansar en el ladrillo visto. Bajas la cabeza y ves tu vestido manchado de verdades. La levantas y ves el cielo sin ninguna estrella. Todas huyeron de ti para que no las contaminaras con tus cuentos de final asesinado. No te mostrarán el camino esta noche. Se caen tus llaves, te agachas y tropiezas sobre un montón de basura. Ahí puedes ver fotos en las que sales con gente a la que dijiste querer y solo quisiste utilizar. Pero no te preocupes, te quedan los gatos. Ellos te esperan al final del callejón para seguir siendo tus lazarillos.
Has llegado a casa y tras nueve intentos de meter la llave en la cerradura, consigues abrir para ver cómo tu casa está en llamas. Llamas azules que no queman pero sí destrozan. Rompen mesas, platos, vasos y tus recuerdos tan aferrados a tu memoria. Se despiden de ti con mucho gusto y se evaporan al tocar el techo.
Es de noche. Estás despierta pero no del todo viva. Tu corazón ya está completamente negro y los gatos siguen observando desde el alfeizar de la ventana.